El Neoliberalismo y la crisis de Wall Street III de IV.

 

El monto del hoyo de hoy nadie lo conoce con exactitud. Se calcula que para cubrirlo faltan entre 500 mil millones y un billón (una cifra de doce ceros) de dólares y que por eso la Tesorería pidió 700 mil millones. Si a eso se suman otros gastos, como los 50 mil millones que recientemente garantizan los depósitos en el mercado monetario (son 3,5 billones) o el dinero destinado al financiamiento de la compra de bancos de inversiones por bancos comerciales, más los paquetes de estímulo, etc., nos acercamos a los 2 billones, cantidad que equivale a los dos tercios del presupuesto norteamericano en vigencia, al 20% de la deuda pública y algo más del 15% del PIB anual de los EE.UU.

El proyecto de salvataje ha tenido una agitada discusión en el Congreso, pero la oposición radical es minoritaria, el ala más derechista del Partido Republicano, que lo califica de socialismo financiero y, por consiguiente, de antinorteamericano. Lo que se discute es el mecanismo, no se puede delegar la administración de los 700.000 millones en el secretario de la Tesorería. También se debate cómo incluir en los beneficios a los deudores hipotecarios afectados, como limitar las remuneraciones de las planas mayores de las entidades financieras que reciban ayuda estatal (hay un acuerdo en principio) y como asegurar que el Estado, es decir, los contribuyentes, también reciban las ganancias correspondientes de la esperada recuperación del sector.

Lo más probable es que se llegue a un rápido consenso, y que después se restablezcan las regulaciones y supervisiones. En EE.UU. hay un círculo dirigente, que si bien es más meritocrático que el nuestro, fue educado en su propio país y con un conjunto de valores idénticos, entre ellos, que la democracia capitalista necesita de un marco estable (a menudo oligárquico, agregan algunos críticos) para funcionar, y que la Casa Blanca y el Congreso deben asegurarlo. Por consiguiente, el Estado es parte de la solución y no del problema, aunque el discurso no lo reconozca.

 

¿SE ACABÓ EL NEOLIBERALISMO?

Las medidas de emergencia, como siempre, hieren la doctrina neoliberal, con intervenciones directas y masivas del Estado – como ya venía sucediendo desde la primera crisis neoliberal, la de México en 1994. Pero… ¿ellas significan el fin del neoliberalismo? ¿Es posible reanudar procesos regulatorios globales – un nuevo Bretton Woods – que frenen estructuralmente la libre circulación de capitales y reviertan los procesos de desregulación económica, esencia misma del neoliberalismo?

Nada indica que esto sea posible. No existe una lógica racional del sistema capitalista, que haga que sus agentes – desde las grandes corporaciones a los Estados dominantes – actúen de acuerdo a una lógica superior del sistema. Esa es una de sus contradicciones estructurales, aquella que existe entre la dominación global y la apropiación privada.

Se trata de una gran crisis capitalista, ya se dice que es la mayor desde 1929, que puede abrir camino a la construcción de un modelo alternativo. Pero por ahora no se vislumbra ningún modelo que pueda tener ese papel, ni siquiera de manera embrionaria. En el horizonte, hay como máximo versiones híbridas, como las políticas económicas de China o Brasil. La propia proliferación de gobiernos conservadores (nada innovadores siquiera en sus políticas) en el centro del capitalismo, indica que nada de nuevo puede surgir de ellos en sustitución del modelo agotado.

Todo indica por lo tanto que, entre la crisis del modelo precozmente envejecido y las dificultades de surgimiento de uno nuevo, mediará un período más o menos prolongado de inestabilidades, de sucesión de crisis, de turbulencias. Porque lo que se agota no es solo un modelo hegemónico, sino también la hegemonía política de los Estados Unidos – los dos pilares de sustentación del nuevo período político, que sustituyeron al modelo regulador y a la bipolaridad mundial. Y también en este plano, no surge en el horizonte una nueva potencia o un conjunto de ellas, en condiciones de ejercer una nueva hegemonía.

El neoliberalismo no termina, pero se agota, abriendo un período de disputa por alternativas, entre las que por ahora solo se ve América Latina, donde han aparecido propuestas de superación. La región gana de este modo un protagonismo – junto con China – en la proyección del futuro del mundo en toda la primera mitad del nuevo siglo, en la disputa entre lo viejo que se resiste a morir y produce crisis y sus consecuencias por todos lados, y lo nuevo, que comienza a anunciar el post neoliberalismo, un mundo solidario, desmercantilizado y  humanista.

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